Vivimos en un mundo competitivo pero para muchos es lo que hace que éste mundo funcione, tanto en la vida como en el deporte.
Para analizar este tema, empecemos por definir que es “competir”, según el diccionario significa “contender” entre sí, a dos o más personas que aspiran empeñosamente a una misma cosa.
En cada uno de nosotros existe una faceta competitiva y lo manifestamos en los distintos aspectos de la vida: trabajo, profesión, y en los que asiduamente practicamos algún deporte. Nos resulta, que el hecho de competir es desafiante y si vamos a esforzarnos que sea en beneficio de algo o alguien. Lo interesante es no obviar el sentido de la competencia, ya que con ella afloran desafíos con uno mismo, con el compañero o grupo al que pertenecen. Contener o competir es sano siempre y cuando lo sepamos manejar.
Cuando nos iniciamos en una actividad física, no es prioridad competir, más aún cuando corremos, nos estamos probando. Pero a medida que avanzamos en el entrenamiento lo queremos hacer.
En una primera instancia competir contra uno mismo, se convierte en un objetivo, un medio para poner a prueba nuestros límites físicos y mentales. Después cuando nos sentimos seguros ponemos el acecho a nuestro rival.
Competimos porque queremos progresar, nos evaluamos; al mejorar nuestros tiempos en la carrera o en cualquier deporte, o en la vida misma, experimentamos una cierta satisfacción y esto nos impulsa a fijar nuevas metas.
Por Ejemplo, en una competencia, hay distintos tipos de atletas. Están los de élite, que se esmeran por llegar primeros. Otros, pretenden mejorar sus marcas y están los que corren por recreación para compartir un buen momento, conversar, relacionarse y cuidar la salud.
Competir para llegar primero 
Competir para socializar
Por cada corredor que vemos quejarse y suspirar, ante todo ahínco, por ganar una copa, hay muchos detrás que tratan de relajarse y socializarse.
Y recuerden “competir” nos moviliza, “no competir” nos retarda, en todos los aspectos de la vida.
Lic. Patricia Fragapane